¿Un fanfic sobre Shakespeare?

Fecha
October 27, 2020
Temas
AutoresShakespeare
Autor
Ailén Saavedra

¿Prepararon pochoclos para la merienda? La entrada de hoy continúa con el novelón lleno de ships, misterio y tensión homoerótica que nos regalan los sonetos de Shakespeare. Ailén nos cuenta qué pasó cuando apareció un tercero en discordia (estamos para subir esto a watpadd ya, ¿no?). Les recuerdo que si quieren alimentar al grupo de entusiastas que nutren este newsletter, pueden hacerlo comprando cafecitos que se convertirán en tortas.

¡Una vez más, a la brecha, queridos amigos! Eso es lo que diría nuestro amigo William. Así que allá vamos, con nuestro bowl de pochoclos, derecho a seguir este culebrón literario.

Y es que después de esos primeros diecisiete sonetos de la procreación, Shakespeare se va metiendo, poco a poco y cada vez más, en una relación bien peluda. El yo lírico de los sonetos se intuye como un hombre maduro, de buena pluma pero echando panza (la cerveza era muy barata) y hasta ¿rengo?, mientras que el interlocutor es joven, hermoso, encantador, y todo eso que Will no se cansa de contarnos. Es decir, hay una diferencia de clase además de etaria. Sin mencionar, claro, el detalle de que… ambos eran hombres. A comienzos del siglo XVI. Por ese entonces las relaciones homosexuales estaban penadas por la ley, aunque algunos críticos piensan que probablemente en la práctica eso pasaba un poco de largo, siempre y cuando los sujetos fueran “discretos”.

Ahora bien: la inestabilidad del negocio teatral llevaba a muchos autores a intentar ganar el favor de aquellos nobles que pudieran cumplir el rol de mecenas. Y así entra en juego la competencia. Un nuevo vértice ha entrado al juego de este polígono amoroso.

Cuestión que nuestro poeta de los sonetos de repente se encuentra compitiendo con otro poeta por el amor del jovencito en cuestión. Y nosotras, con la boca llena de pochoclos, gritamos “¡DUELO!”. Pero no, es un poemario de Will, así que nos quedamos con sed de sangre. O de tinta.

Los sonetos que hasta entonces destilaban gran seguridad en cuanto a su valor literario y su capacidad de hacer perdurar una belleza efímera y un amor ardiente en un monumento de papel, empiezan a verse amenazados por el trabajo de otro. Toda esta reflexión sobre el trabajo literario es una de las grandes innovaciones que aporta Shakespeare a la tradición del soneto, es algo que en Petrarca no estaba.

80

Ay, cómo dudo cuando de ti escribo

sabiendo que otro espíritu te alaba

mejor que yo y con tan potente estilo

que es como si con él me amordazara.

Mas como tu caudal, que es noble y ancho,

se deja atravesar por toda vela,

también mi basto y pertinaz balandro,

menor que el suyo, surca tu grandeza.

Si yo con tu somera ayuda floto,

él sabe hollar tu piélago profundo;

o soy un barco náufrago, sin fondo,

y él, uno levantado con orgullo.

Lo peor de que yo encalle y él prosiga

es que mi propio amor sea mi ruina.

El lenguaje en torno a lo marítimo aparece más de una vez: naves, velas, zozobra, comparación de tamaños de barquitos… Hay todo un juego erótico en el movimiento de las olas y las embarcaciones que se deslizan, los naufragios, los rescates, los botines que son saqueados. Y en el medio la lectora presiente que se aproxima una tormenta.

La pluma filosa de Shakespeare critica a su oponente por ser demasiado lisonjero, por no ser sutil, por llenar de alhajas baratas un rostro que no las necesita. Pero a pesar de eso, siente celos, envidia, y temor. Esa ambivalencia entre sentirse mejor que otro sabiendo que eso no alcanza para que lo amen, y sentirse inferior a cualquier otro y temer ser opacado y olvidado. Sí, ese sentimiento también lo conocemos, Will.

Y efectivamente, algo se rompe. Los sonetos se llenan de un tono cada vez más pesimista, de rencor y de reproches. En el 87 hay una despedida, y en el 90(uno de los favoritos de esta servidora), el poeta estalla: “Si me has de odiar, no dudes, hazlo ahora;/ haz junto a mi desgracia, que me humille/ ahora que mi mundo se desploma”. Pero que la relación se termine no significa que los sentimientos también lo hagan, y hasta el soneto 126 Shakespeare explorará las agonías, las humillaciones, los ruegos y las petulancias del amor. Te extraño, te olvido y te amo de nuevo, dice nuestro poeta Ricky Martin.

¿Y quién fue de verdad ese poeta rival? Para 1609 Shakespeare era un más que conocido poeta y dramaturgo, y prácticamente su trono no se había visto amenazado por nadie. Christopher Marlowe, dos meses mayor que él, podría haberle proporcionado un poco de sana competencia, pero el autor de El judío de Malta y La trágica historia del doctor Fausto murió en 1593 envuelto en extrañísimas circunstancias: apuñalado con su propia daga justo encima del ojo en medio de una trifulca por la cuenta en una taberna, mientras esperaba ser juzgado por traidor a la realeza. O eso dijo la versión oficial. Thomas Kyd, autor de una muy popular obra de venganza, La tragedia española, murió un año después. Robert Greene, otro autor de los escritores “universitarios” también murió por esa época. Shakespeare no tuvo rivales hasta que llegó Ben Jonson, quien podría ser el destinatario de estos sonetos, o al menos uno de ellos.

Jonson era un poco más joven que Shakespeare y murió bastante después. Escribió comedias satíricas como Volpone o el Zorro y El Alquimista, y buscó la aprobación y el patrocinio del sucesor de Elizabeth, el escocés James I mediante las “masques”, unas obras muy lujosas representadas en la corte. Tenía una personalidad bastante fuerte y dijo algunas cositas sobre William: que tenía mal latín y peor griego, que no corregía mucho sus obras y que buena falta le hacía. Pero también, digamos todo, escribió palabras elogiosas para el bardo de Avon que abren el Primer Folio, llamándolo “Soul of the Age”, el alma de la era. Fue el primero en compilar sus propias obras completas, lo cual dice bastante sobre su autoestima. Se lo considera el segundo autor más importante del período jacobi, después de Shakespeare, claro. Es comprensible que hubiera competencia entre ellos, así como admiración.

Pero a esta telenovela le falta algo. Un toque femenino. Se aproxima a paso firme la silueta inconfundible de la Dama Morena. Agárrense.

Ailén Saavedra.

Elección arbitraria: Only lovers left alive, de Jim Jarmusch, es una película sobre vampiros que se regodea en la línea conspiranoica que desciende de Marlowe.